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LO CHOLO, LO PERUANO Y LA PERUANIDAD

Una (re)vista al fenómeno de la choledad y a la identidad nacional

La palabra cholo en su sentido etimológico y más estricto significa "perro". Deriva de “Xoloitzcuintli”, palabra del idioma indígena náhuatl. Se pronuncia "sholoitscuintli" y es usada para describir a los "perros sin pelo" que son originarios de México y que era sagrado para los indígenas, similares a los que existen en el norte del Perú.

Luis Alberto Medina 

Publicado: 2014-05-25


Reflexionemos sobre lo cholo y el fenómeno de la choledad; para este fin, nos plantearemos las siguientes preguntas: ¿qué significa ser cholo en el Perú y quiénes se autodefinen como tales?, ¿qué significa o en qué consiste la choledad peruana?, ¿es lo cholo parte de la identidad nacional? Es frecuente escuchar entre los peruanos expresiones como: “Todos somos cholos”, “Ser peruano es ser cholo”... ¿cuánto hay de verdad en todo ello? En las siguientes líneas, intentaremos responder a las interrogantes iniciales y vamos a rebatir ciertos "argumentos" que son tomados como válidos y verdaderos. 

 Empecemos revisando el significado de la palabra "cholo": la Real Academia de la Lengua Española señala que el cholo es el "mestizo de sangre indígena y europea" y el "indio que adopta costumbres de un occidental" (es decir, que se ha occidentalizado en su forma de vestir, vivir, pensar, actuar, etc.).  Sin embrago, según otras versiones como las del cronista mestizo Inca Garcilaso de la Vega -citado por Jorge Bruce en Nos habíamos choleado tanto- la palabra "cholo" en su sentido etimológico y más estricto significa "perro"... pero no cualquier perro, sino uno descastado, el más chusco entre los chuscos. 

Deriva de “Xoloitzcuintli”, palabra del idioma indígena Náhuatl, que se habla hasta hoy en México y parte de Centro América. Se pronuncia "sholoitscuintli". Es el nombre que se le da a los "perros sin pelo" que son originarios de México y que era sagrado para los indígenas, similares a nuestros perros sin pelo, que son originarios  del norte del Perú y que hoy forman parte de nuestro patrimonio prehispánico vivo. El Inca Gracilaso de la Vega, en sus Comentarios reales, relata que hacia los primeros años de la invasión, los españoles conquistadores utilizaron el diminutivo xolo o "perro mexicano" como un insulto para referirse con el mayor de los desprecios a los indígenas mestizos, y especialmente a los hijos de los mestizos con los mulatos o los zambos. Del mismo modo, en México, de Xoloitzcuintli deriva "escuincle" (en este sentido, "escuiclear" para los mexicanos podría ser el equivalente al choleo peruano).

Dicho lo anterior, ¿es aceptable afirmar y asumir que todos somos cholos? La respuesta a esta interrogante debiera ser NO, tomando en cuenta el origen despectivo y denigrante de la palabra. Es decir, fue utilizada por los españoles -luego por los blancos en general- para referirse a un grupo de personas mestizas o indígenas con desprecio, por considerárseles racialmente inferiores. Por decirlo de alguna forma, no se les consideraba personas con derechos, sino simples "perros", sin raza, sin casta, sin nada que les haga digno de algo.

Ahora -en el caso hipotético- si un grupo de ciudadanos dice y acepta que "todos somos cholos", está en todo su derecho de buscarse una identidad; sin embargo, debe entenderse que no todos se dicen y se aceptan como tales. Por lo que la noción de lo cholo, es decir, el pretender que "todos somos cholos", tiene dos implicaciones. 

En primer lugar, se excluye a quienes no se sienten representados por tal designación. Se excluye al indígena (amazónico o andino), al campesino, al blanco, al afroperuano; porque estos grupos sociales no se identifican con lo cholo, por la sencilla razón de que lo cholo designa más propiamente al mestizo urbanizado, o más propiamente occidentalizado (recuérdese, según la RAE: "Dicho de un indio que adopta costumbres occidentales"). 

En segundo lugar, "aceptarse cholo" es una manera de aceptar el discurso del otro discriminador. Es decir,  el blanco (criollo, occidental, hispano; el discriminador) llama cholo a ese otro (indio, serrano, mestizo, andino; no blanco o blanco, pero serrano; el discriminado) por considerarlo inferior a él y este otro discriminado dice: "está bien, soy cholo (o perro)". Es decir: "acepto que soy inferior a ti, como no tengo cómo demostrar lo contrario, me asumo como tú dices que soy: un cholo (o un perro)" Más o menos así, pero sin tener conciencia de ello.

¿Desde cuándo hablamos de la "choledad" en el Perú? Desde que en El laberinto de la choledad (1992), Guillermo Nugent trató de explicar la compleja estructura social que se originó después de las migraciones hacia la ciudad a partir de los años 40. Entonces, a su modo de ver,  surge una necesidad de buscar una identidad en razón de estas nuevas formas de relación socio-económico y cultural. De ello, se deduce que lo cholo no llega a designar todo lo peruano sino a una parte de él. Como lo acabamos de señalar en el párrafo anterior. 

Entonces, ¿asumimos de una vez que todos somos cholos o nos replanteamos nuestra identidad? Desde nuestra perspectiva -y por las razones expuestas en los párrafos anteriores-, aceptar la choledad como parte de nuestra identidad es una dorma de asumir como válido la ideología del racismo. Sin embargo -y este es un hecho innegable- lo cholo se sigue usando como una forma de clasificar a las personas peyorativamente. En lugar de unir, divide; en lugar de integrar, segrega. Se usa tal designación para separar a un grupo de otro: al cholo del no cholo. Es parte de la herencia colonial que en lugar de servir como rasgo de identidad, inclusión y autorreconocimiento, sirve para la segregación de las sociedades y culturas entre cholos y no cholos, entre los más cholos y los menos cholos, entre lo "pituco" y lo cholo y etc.

Si no somos cholos, entonces, ¿qué somos?, ¿quiénes somos? Desde nuestra óptica, deberíamos asumir nuestra peruanidad en consonancia con nuestra diversidad étnica, cultural, social y lingüística. Ni indios, ni blancos, ni cholos: peruanos; costeños, andinos, amazónicas o yunkas; criollos, quechuas, aimaras, mestizos o afrodescendientes; etc.  ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el Perú somos nosotros; uno en nuestra peruanidad, uno en nuestra nacionalidad y todos en nuestra otredad, respetando nuestra heterogeneidad cultural, social y lingüística. Sin afanes segregacionistas, respetando nuestra otredad.

Esta otredad debe ser intercultural, dialogante, horizontal; donde haya respeto y alteridad. Así, es hora de matar -renegar de- el síntoma de la opresión (nuestra herencia colonial); de renegar de la violencia desde la que nacimos; de negarnos como cholos; de matar al cholo, a ese que cholea al más cholo... Es decir, es hora de deconstruirnos, de eliminar lo cholo, negarlo para asumir una identidad auténtica (no impuesta por el otro discriminador), libre de prejuicios e inclusiva. Menos excluyente y segregacionista. Es hora de nacer otra vez, de negarlo todo y nacer de nuevo, nacer hacia nuestra peruanidad para ser nosotros y nuestra peruanidad.

Ser peruano, entonces, no es ser cholo: ser peruano es reconocerse como tal, asumiendo nuestra diversidad y nuestra otredad: nuestra peruanidad debe estar marcado por nuestro autorreconocimiento y el reconocimiento del otro

Recomiendo la lectura del artículo "Los hijos de la chingada" (sobre México, lo mexicano y la mexicanidad) en la obra ensayística El laberinto de la soledad del nobel mexicano Octavio Paz; El laberinto de la choledad de Guillermo Nugent, Nos habíamos choleado tanto de Jorge Bruce (sobre la choledad en el Perú y el racismo), La Razón racial de Rubén Quiroz y, acerca del origen y el significado etimológico de la palabra "cholo" les recomiendo las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega. 

Luis Albero Medina 

San Juan de Miraflores, 25 de mayo de 2014


Escrito por

Luis Alberto Medina

Fundador y director de la revista literaria El Azar Inmóvil, investigador, fotógrafo aficionado, bloger y docente.


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