#ElPerúQueQueremos

Nos hemos choleado tanto...

¿Y cuánto más y hasta cuándo nos seguirán(emos) choleando?

“El racismo, la homofobia, el machismo, el clasismo son todas caras de la misma moneda. Son síntomas de que seguimos siendo una sociedad desintegrada. Usualmente se dice que el insulto es una “fase superior” en nuestra evolución como especie, porque se verbaliza lo que antes era motivo de violencia física. En el Perú parece ocurrir todo lo contrario, ya que el agravio verbal suele ser, más bien, el preámbulo de la acción violenta. Por ello es menester ponerle coto. No solo debe generarse una sanción moral, sino una contención legal. (Juan Carlos Tafur: Diario 16, 17-02-12).

ESCRIBE: LUIS ALBERTO MEDINA

Publicado: 2014-06-01

1. Preámbulo 

Cholear a alguien es un acto discriminatorio. TODO ACTO DISCRIMINATORIO Y RACISTA es atroz, insano, estúpido. ¿Por qué nos choleamos(an) tanto?, ¿quién cholea a quién? El antropólogo Roberto de la Puente ha dicho a RPP, consultado a causa de este acto racista: “En nuestro país hay un grupo pequeño de poder económico que mira con desprecio a las grandes mayorías populares y que tiene muy en claro las diferencias raciales”. Cierto, sin embargo, no lo es todo. Nos choleamos o nos cholean por varios motivos en realidad: por la apariencia física, por el lugar de origen, por la lengua materna, por el nivel o estatus socioeconómico, por la manera de vestir o los lugares que se frecuenta y etc. Los estereotipos creados sobre supuestas superioridades o inferioridades entre unos y otros han calado en nuestras mentes y -por tanto- en nuestra manera de pensar, en nuestro modo de vivir y nuestro modo de ser.

Cuando ocurrió un acto discriminatorio y racista –hace algunos años– en las salas de Multicines UVK de Larcomar, contra un artesano cusqueño nativo, quien no se expresaba fluidamente en lengua castellana (y no tiene por qué hacerlo, porque el castellano no es su lengua) y “para colmo de males” vestía prendas típicas de su localidad, me pregunté indignado: ¿no se puede andar por las calles de nuestras ciudades, luciendo las prendas típicas del Perú nativo?, ¿es tan malo y vergonzoso hablar el quechua, el aimara u otras lenguas nativas en esta gran ciudad llamada Lima y sus zonas “exclusivas”?, ¿solo sabe hablar el que habla castellano y otras lenguas no amerindias?

Reflexioné sobre la diglosia o bilingüismo subordinado, que es una más de las taras sociales que azotan al país. Pensé entonces: he aquí más del racismo y la discriminación de un compatriota hacia otro compatriota. Y… ¿si hubiese sido mudo? Y… ¿si hubiese sido ciego? Y… ¿si hubiese sido extranjero? Claro, en este último caso ni le hubiesen pedido nada, aunque no supiera ni la jota del castellano; porque estas gentes de mentes decimonónicas todavía arrastran el síndrome colonial -igual que Palma, el hijo, igual que Prado, igual que López Albújar-, aún le rinden vasallaje, pleitesía, casi un culto a todo aquello que viene de afuera; porque lo peruano, lo nativo, lo quechua, lo chicha… para ellos les resulta tan desagradable como la peste o la lepra.

Estas fueron las "lamentables" explicaciones del Administrador del UVK de Larcomar a la prensa: “Es bien tímido, como un provinciano, los que vienen. Primera vez que está acá en el cine, él no se explica bien”. “El chico no sabía ni hablar, no se expresaba muy bien, no se comunicaba bien. Obviamente, hubo un error al no dejarlo pasar, porque no tenía ni una contraseña, entrada”. La Municipalidad de Miraflores sancionó este hecho clausurando el cine por una semana.

Cada día ocurren actos discriminatorios. Cada día nos estamos choleando. Cholea el menos cholo al más cholo, el más blanco al menos blanco, el más indio al menos indio. El citadino al campesino, etc. El caso protagonizado por un adolescente de 13 años, el hijo de Celine Aguirre y Miky Gonzales, contra una pareja de esposos fue también uno de los más sonados. Edita Guerrero -la ahora fallecida cantante de Corazón serrano- no pudo descansar en paz al partir de este mundo, porque salió la peor calaña de la sociedad a discrimininarla. La actriz ayacuchana Magaly Solier también ha sido (es con frecuencia) víctima de discriminación y racismo en muchas ocasiones y ahora –como si eso no fuese ya lo suficientemente malo– ha sido víctima de acoso sexual, ante la pasiva e indiferente mirada de los pasajeros… nada menos que en un bus del Metropolitano. ¿No hay cámaras en ese bus?, y… ¿qué pasó con su sistema de seguridad? Indignante... pero tranquilos: estamos en Perú, aquí no pasa nada. 

2. Testimonio

Puedo dar testimonio sobre el choleo y la discriminación por experiencia propia.  No hay nada más abominable que la discriminación en el mismo seno familiar (en este caso lo racial ya poco importa). Soy ayacuchano. Viví hasta los 17 años en una comunidad campesina: Pararani. Allí pude ver que las personas que viven en los pueblos serranos ubicados en las partes más bajas discriminan a quienes viven en las partes más altas, incluso si se trata de parientes cercanos. Llegué a Lima a los 17 años y me alojé en  la casa de mis abuelos paternos, que se habían establecido en los arenales de San Juan de Miraflores hacia 1980, posiblemente huyendo de la pobreza y del terrorismo que azolaba Ayacucho. 

También he sido en más de una ocasión "víctima" de esta aberración por parte de ellos (mis propios abuelos), porque yo llegaba recientemente de la sierra y porque mi familia materna –con quien había vivido hasta entonces– vivía en una comunidad de mayor altura que la comunidad de donde procedía mi familia paterna. Les oí a mis abuelos -sin que ellos los notaran- expresiones discriminatorias y ¿racistas? contra mi persona; las decían de todo calibre: “Ese indio todavía no ha llegado”, "ese indio se baña dos veces…"  cosas así. Escribo esto como testimonio, sin resentimientos; para que se reflexione sobre ello, pero lo menciono tangencialmente –sin mayores detalles– para evitar futuros resentimientos y linchamientos por parte de los familiares.

Ahora me pregunto… ¿por qué nos choleamos tanto? Intento buscar una respuesta, pero sobre todo una manera de eliminar todo acto discriminatorio y racista de las mentes de aquellas personas discriminadoras incapaces de ver más allá de sus propias limitaciones, prejuicios y estupidez.

3. ¿Qué hacemos con tanto choleo?, ¿cómo lo erradicamos?

La fundación de la República fue una suerte de neocolonialismo en el que los hispanos fueron reemplazados por los criollos: y el sistema hegemónico opresor siguió siendo el mismo, y los subalternos seguían siendo los mismos. No hubo ninguna igualdad, ninguna ciudadanía para los ciudadanos nativos de estas tierras que llamaron Perú. Es decir, no hubo ninguna libertad, ningún derecho, ningún cambio, para esos compatriotas que vivían en las serranías, en la amazonía y en los barrios marginales de las ciudadades costeras y que fueron -y son todavía- llamados indios. Por el contrario, siguieron siendo la servidumbre, la mano de obra esclavizada, la masa explotada por los patrones, sin derecho a la educación, la dignidad, la libertad. Sin derecho a nada y sin acceso a la justicia.

De este modo, nuestras diferencias sociales y culturales son una herencia del pasado hispano. Los orígenes del racismo y el choleo están en el colonialismo: esa herencia repugnante que todavía no hemos sabido desechar para hacernos de una identidad propia. Tenemos una clase social minoritaria y hegemónica (económica y culturalmente) francamente embrutecida (como lo dicen Hildebrandt y otros intelectuales) . A esto, le sumamos el supuesto de que lo costeño es superior a lo serrano-amazónico, lo capitalino a lo provinciano, lo citadino a lo rural y etc. Entonces, el choleo no es solo una cuestión de clases sociales, si no de pertenencia y apertenencia, de espacios geográficos que son espacios simbólicos de hegemonía y poder, de campesinos y citadinos.

El choleo está inserto en nuestra cultura y sociedad. Ha calado hondo en el imaginario de ciertas mentes estupidizadas. No solo cholea el blanco-gringo-criollo-costeño-pituco al cholo-mestizo-serrano-indio. No se limita a ciertos espacios sociales de la clase alta sino a los espacios más inimaginables: se cholea en los lugares llamados “exclusivos”, se cholea en las escuelas urbanas o rurales, se cholea en los "barrios exclusivos", en los lugares públicos y privados, se cholea en los barrios marginales (pues existe el choleo entre marginales), se cholea en el campo, en la capital y aún en las ciudades pequeñas. El choleo es, en resumidas cuentas, un patrón cultural que nos caracteriza. Es parte de la herencia cultural del colonialismo.

¿Qué hacer para que esta tara social desaparezca de nuestro imaginario? No basta con el discurso. No basta con la pedagogía inactiva e ineficiente a la que estamos acostumbrados y hasta resignados. Es hora de llevar a cabo acciones concretas y experiencias reales. Una manera de enfrentarla, podría surgir desde las aulas. Tal vez sea conveniente crear un curso, programa educativo o taller de Interculturalidad y Antropología, en los que los estudiantes (niños, adolescentes y jóvenes de escuelas, colegios y universidades; centros educativos públicos o privados) de todos los estratos sociales se acerquen desde las primeras experiencias de vida hacia el otro, donde interactúen y reconozcan la cultura otra, la lengua otra; para que se reconozcan y aprendan a valorar a partir de la experiencia propia que sí es posible una convivencia armoniosa, equitativa, justa. 

Solo así aprenderán a respetar la cultura del otro. Pero esta acción debe surgir como parte de una Reforma Educativa, como una verdadera propuesta de innovación educativa, cuyo objetivo sea la de formar y reformar ciudadanos tolerantes, respetuosos, virtuosos, solidarios: democráticos. Donde lo pituco, lo exclusivo, los niños bien y lo cholo, lo indio, lo negro, lo mestizo, lo serrano desaparezcan como categorías creadas por el imaginario y como signos de diferenciación social y cultural; donde lo subalterno y lo hegemónico encuentren un punto de equidad para lograr una convivencia armoniosa y feliz. Seguramente las “tías pitucas” saltarían y echarían el grito al cielo… porque estoy seguro, no querrían mezclar a sus “niños” con esa gente que tanto desprecian (los cholos, serranos, indios de mierda, etc.). Entonces, también debiera partir desde el seno de la vida familiar, como una voluntad y una necesidad en beneficio de las mayorías: de todos.

Todo en la vida tiene un costo. Toda reforma educativa necesita de un sólido y necesario presupuesto para financiar capacitación de docentes, adiestramiento y reeducación de padres de familia, infraestructura, etc.; sin embargo, existe otro obstáculo aún más grande: nuestros políticos y nuestra clase gobernante: la de ahora y la de siempre. ¿Qué ministro de Educación, qué congresista, qué partido político, qué gobernante de turno o Presidente de la República tiene claro que los ciudadanos necesitamos otro tipo de educación y quién entre todos ellos se interesa realmente por reformar la educación?, ¿qué ministro de Economía?... Porque una reforma educativa, es una cuestión de Estado y se lleva a cabo con una verdadera voluntad política y ciudadana, aparte de la inversión necesaria...

Calma, señores, -ya sé lo que están pensando- calma… Nuestros políticos de ahora y de siempre, se pudren en sus propios intereses, se pudren en la corrupción que protegen y en la suya propia; se pudren cuidando los intereses de los poderes económicos… y de la DBA (Derecha Bruta y Achorada) ni qué decir.

Mientras nuestra clase política y gobernante siga siendo la que ha sido hasta ahora (mediocre, individualista, improvisado, oportunista y corrupto), mientras la DBA siga imperando en los intereses de la nación (sin mayores ambiciones para la República que sus propios intereses económicos): esto que escribo es apenas un sueño, una utopía. Tal vez tengamos que esperar otros siglos más.

Termino citando lo siguiente: “El racismo, la homofobia, el machismo, el clasismo son todas caras de la misma moneda. Son síntomas de que seguimos siendo una sociedad desintegrada. Usualmente se dice que el insulto es una “fase superior” en nuestra evolución como especie, porque se verbaliza lo que antes era motivo de violencia física. En el Perú parece ocurrir todo lo contrario, ya que el agravio verbal suele ser, más bien, el preámbulo de la acción violenta. Por ello es menester ponerle coto. No solo debe generarse una sanción moral, sino una contención legal. (Juan Carlos Tafur: Diario 16, 17-02-12).

Te puede INTERESAR, sobre el fenómeno de la choledad, el significado de la palabra cholo y la identidad peruana; también recomiendo, sobre la televisión basura y los medios de comunicación. 


Escrito por

Luis Alberto Medina

Fundador y director de la revista literaria El Azar Inmóvil, investigador, fotógrafo aficionado, bloger y docente.


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