#ElPerúQueQueremos

GLORIA DEL PACÍFICO

Una gigantesca producción cinematográfica nunca antes vista

"Los peruanos estamos acostumbrados a ver –me atrevo a afirmarlo– películas de barrio. ¿Qué debemos entender al respecto? Vamos a llamar así a todo ese conjunto de películas –predominante en nuestra historia cinematográfica– que nos relatan las historias de los barrios marginales–en el mayor de los casos– y de los barrios privilegiados de Lima. Esto en pleno siglo XXI y con toda la tecnología existente"

Luis Alberto Medina

Publicado: 2015-05-11


Se discute y se ha discutido mucho sobre el cine peruano. Al respecto, hay un consenso que podemos resumir más o menos de la siguiente manera: gran parte de las películas peruanas son de mediana o muy mala calidad. Por otro lado, hay quienes creen que el Estado debe apoyar, fomentar y hasta financiar parte de la producción cinematográfica en el Perú. Entre estos, están quienes piensan que deben existir leyes que privilegien el cine nacional por encima de las producciones extranjeras y que el Estado debe eliminar los impuestos y hasta exigir –es decir, obligar con leyes proteccionistas– que estas se proyecten en las salas de cine, de manera fija, durante un periodo determinado y en horarios especiales, a fin de asegurar que el público llegue a ellas. 

Otros, y acaso con cierta razón, se oponen y critican este tipo de iniciativas. Sus argumentos son también válidos: la mayoría de películas de producción nacional no cumplen con los estándares de calidad, salvo pocas y raras excepciones. En pocas palabras, no habría por qué imponerle al público peruano un cine de mala calidad que el espectador no desea ver. Sin embargo -como ya se dijo- existen algunas excepciones. Una de estas es, precisamente, el largometraje Gloria del Pacífico, de Juan Carlos Oganes. En las siguientes líneas, nos ocuparemos de esta película y reflexionaremos sobre la producción cinematográfica nacional y la ley del cine en el Perú.

GLORIA DEL PACÍFICO: UN COCODRILO ENTRE LAGARTIJAS

Esta es una película, de lejos, inusual; y por varias razones. Nunca antes se había visto, en toda nuestra historia cinematográfica, un filme de dimensiones épicas y de una calidad indiscutible, que cumple con los estándares de calidad de las buenas películas.

Es la primera parte de una saga de tres. Relata la historia de un puñado de 1900 hombres anónimos, mal vestidos y con armas obsoletas e inservibles, que entregaron sus vidas por la patria bajo el mando de Francisco Bolognesi y Alfonso Ugarte, ante un gigantesco y aplastante enemigo chileno, formado por un ejército de más de 10 000 hombres, armados con fusiles modernos, bayonetas y cañones realmente superiores.

La historia relatada se basa en hechos reales que ocurrieron durante la guerra del Pacífico, desde la batalla del Alto de la Alianza (el 26 de mayo de 1880) hasta la Batalla de Arica (el 7 de junio del mismo año). Digamos que es una suerte de intrahistoria –término creado por Miguel de Unamuno– en el sentido de “la historia auténtica tal como ocurrió, en contraste con la historia oficial”. Temporalmente, está ambientada en el contexto del plebiscito de 1925 y los días previos a la recuperación de Tacna y la pérdida definitiva de Arica (1929). Está narrada, a modo de Flashback, desde el punto de vista de un veterano de guerra llamado Vicente (Reynaldo Arenas), quien le “cuenta” a su hijo (Pold Gastello) los hechos no recogidos por la historia oficial. Es decir, desde el punto de vista de los hombres anónimos, humildes, que decidieron defender la patria con valentía, no desde la perspectiva de los héroes a los que nos tienen acostumbrados.  

Paralelamente, se narra la historia del joven Alfonso Ugarte (33 años), heredero de una de las familias más acaudaladas del sur del país que decidió quedarse para cumplir con el deber de defender la patria, en contraposición a aquellos compatriotas y parientes suyos que huyeron a Europa, para salvar su fortuna y ponerse a buen recaudo, mientras duraba la guerra. Se producen saltos temporales hacia 1879 durante su desarrollo, todo ello siempre desde la perspectiva de Vicente, un soldado sobreviviente de origen humilde que está ya viejo y enfermo, y cuyo máximo anhelo, para descansar en paz, es ver que Tacna vuelva a ser parte del Perú. Desde el punto de vista cinematográfico, podríamos señalar que ha sido un acierto que Juan Carlos Oganes –director y productor de la película– haya elegido a Vicente, (personificado por Reynaldo Arenas, cuya actuación magistral logra conmover al espectador hasta las lágrimas), como la figura principal de la película.

Durante el desarrollo del largometraje, afloran, sin lugar a dudas, hasta en el espectador más frívolo e inconmovible, sentimientos de emoción, de orgullo, de rabia e impotencia en cada una de las escenas. Cabe recalcar que es evidente lo siguiente: Oganes no tiene ninguna intención patriotera ni busca reivindicar el heroísmo de algunos de nuestros héroes oficiales. No cae en ese vicioso discurso chauvinista ni busca exacerbar el antichilenismo en el imaginario de los espectadores. Solo cuenta una intrahistoria -como lo señalamos previamente-, poco conocida por las mayorías; y lo hace de una manera objetiva e independiente. Lo cual es saludable.

En el filme, participó un elenco de 35 actores y está protagonizada por Reynaldo Arenas (Vicente), Carlos Vertiz (Francisco Bolognesi), Gustavo Mac Lennan (Manuel Baquedano), Lilian Nieto (Rosa Vernal), Pold Gastello (Juan Diego), Juan Manuel Ochoa (Agustín Belaúnde), Paloma Yerovi (Timotea Vernal), Fernando Petong (Alfonso Ugarte), entre otros. Participaron, además, más de 600 extras para personificar a la infantería, caballería y artillería de la época (la mayoría de ellos, soldados del Ejército). De este modo, Gloria del Pacífico se convierte en una de las más grandes y ambiciosas producciones cinematográficas en el Perú de nuestros días y acaso en la mejor película que se haya filmado en los últimos tiempos.

La calidad de la película es indiscutible y es una ruptura con esa tradición cinematográfica a la que estamos acostumbrados y que veremos en el siguiente apartado: digamos que rompe con ese paradigma. Hay escenas excelentemente logradas. Excelente reparto, excelente fotografía y mucha fidelidad histórica; aunque debemos recordar que las películas históricas –por el hecho de ser arte, recreación humana– no necesariamente son -ni deben ser- fieles a la historia, sino que el cineasta se toma ciertas licencias para convertirlas en ficción. 

En la película, se resalta de manera directa, frontal y crítica el caos, la anarquía política que se vivió durante la guerra del Pacífico: los intereses particulares y los conflictos políticos entre Nicolás de Piérola y Mariano Ignacio Prado que abandonaron a Bolognesi, las negociaciones bajo la mesa entre el enemigo y los diplomáticos y capitalistas dedicados al salitre, la realidad de los soldados peruanos conformados por indígenas inexpertos en la lucha y el manejo de armamentos de guerra, reclutados contra su voluntad y llevados a los cuarteles a latigazos –tal como lo denunciaba Manuel González Prada–. Parte de ello se relata a través de la memoria del soldado sobreviviente protagonizado por Reynaldo Arenas: Vicente. 

Todo ello le imprime a Gloria del Pacífico ese sello de excelencia del que carecen la mayoría de producciones cinematográficas en nuestro país. Por otro lado, cabe rescatar la pasión del cineasta por producir la película.  De Internet, podemos rescatar la siguiente información: “ (Juan Carlos Oganes) Para financiar la película, puso en venta su propia casa para así tener el control del proceso creativo del film. Confeccionó 700 uniformes de soldados peruanos, chilenos y bolivianos así como los accesorios y utensilios del soldado y oficiales. También elaboró cañones de la época de mediano y gran calibre a escala real así como maquetas de buques a escala grande. Empezó la investigación histórica en el año 2004 que duró 6 años, para luego comenzar la preproducción en el año 2009, iniciándose el rodaje en noviembre del 2010 y culminar en abril del 2013”.

Como se ve, ha sido toda una odisea el haberla producido. Todavía más grande ha sido el reto de proyectarla en las salas de cine comerciales, con éxito ciertamente, pero con menos suerte que Asu mare, una película de discutible calidad y que ha sido bombardeada con una publicidad mediática hasta lograr el éxito rotundo. Es sintomático y preocupante que Gloria del Pacífico, haya sufrido el sabotaje por parte de las cadenas de cine que –pese al éxito de la película, las salas llenas y las entradas agotadas– la programaron en horarios imposibles y pocas salas, a diferencia de las películas extranjeras, muchas de ellas de inferior calidad. Aquí vale la pena discutir el tema de la ley del cine peruano y su promoción a nivel nacional.

El mismo Oganes ha declarado, en reiteradas ocasiones, que ha sentido en carne propia este sabotaje. También son sintomáticas la apatía y la indiferencia de los ciudadanos, de las instituciones democráticas como el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación y el Estado peruano,en general. Peor todavía, cuando se trata de una película de interés nacional, que promueve nuestra historia, que reafirma nuestra identidad y que nos permite reconocernos como una colectividad que todavía no ha superado las mismas dificultades que la aquejaron hace un siglo y las mismas debilidades que se arrastran desde la fundación de la República.

Como ejemplo, basta señalar que la semana pasada, el Congreso de la República, ha condecorado a Juan Carlos Oganes y parte del elenco que ha participado en Gloria del Pacífico. A cada uno se les ha entregado un diploma de honor por haber contribuido a “la memoria de la patria” y etc. Se lee en Andina: “El congresista Leonidas Huayama (NGP) afirmó que este es un gran aporte de Oganes, y por ello, a nombre de la titular del Poder Legislativo, Ana María Solórzano, entregó el Diploma de Honor del Parlamento. Dijo que ese es el tipo de cultura que se debe difundir en el país, a fin de contribuir a generar valores entre la niñez y la juventud”.

Nos comunicamos con Juan Carlos Oganes para felicitarlo por la condecoración y para consultarle si el acto conmemorativo estuvo acompañado de algún reconocimiento económico, para ayudarlo a financiar las siguientes películas que forman parte de la saga. La respuesta fue triste: “No, nada”. Y tiene razón: la comisión de Cultura y Educación no maneja presupuesto; los congresistas no manejan presupuesto para financiar nada. Entonces, preguntamos si el Estado –a través de sus instituciones– se había comprometido, si había al menos alguna posibilidad de apoyar con la difusión de la película a nivel nacional –hasta ahora solo se ha visto en Lima y el director se va de gira por el interior del país con sus propios medios– y con financiar al menos una parte de su producción. 

La respuesta fue todavía más triste: tampoco había nada. En resumidas cuentas, bienvenidos a Perusalén, el reino de la nada. La condecoración, los diplomas –más allá de su valor emotivo y simbólico– no sirven de mucha ayuda. La condecoración, de este modo -sin ningún tipo de ayuda concreta, económica- solo queda en lo simbólico y en las fotos de los recuerdos gratos. Ojalá las instituciones del Estado se manifiesten, se pronuncien y apoyen decididamente una producción cinematográfica, francamente, gigantesca. La segunda parte de la película se centrarán en Cáceres y la tercera, en Grau: tenerlos en la gran pantalla, tenerlos vivos en nuestro imaginario nacional, lo vale todo. Esperamos verlas, pronto, en la gran pantalla y con mejor suerte.    

EL CINE DE BARRIO EN EL PERÚ Y GLORIA DEL PACÍFICO

El premio nobel, Mario Vargas Llosa, afirmaba en una entrevista –acaso con cierta razón– que si él no hubiese salido a Europa, se habría convertido en un escritor mediocre, que su literatura habría sido una literatura de provincias. A estas alturas de la vida, es incuestionable que su obra literaria es universal y que trasciende todas las fronteras imaginables. La literatura latinoamericana, precisamente, dejó de ser provinciana con el llamado Boom Latinoamericano, cuyos representantes como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y nuestro premio nobel –de la mano de empresas editoras exitosas– supieron “colocar” la literatura de América Latina en el orbe.

De manera similar, podemos decir que los peruanos estamos acostumbrados a ver –me atrevo a afirmarlo– películas de barrio. ¿Qué debemos entender al respecto? Vamos a llamar así a todo ese conjunto de películas –predominante en nuestra historia cinematográfica– que nos relatan las historias de los barrios marginales –en el mayor de los casos– y de los barrios privilegiados de Lima. Esto en pleno siglo XXI y con toda la tecnología existente. Es decir, se producen películas, desde los peruanos y para los peruanos. No quiere decir que está mal, sino que es sintomático que el cine peruano se haya limitado y que todavía se limite a ello. En el peor de los casos, la mayoría de ellas se alimenta de y refuerza los estereotipos sociales y culturales.

Entonces, nuestra tradición cinematográfica es todavía bastante limitada, provinciana y pobre. Las razones pueden ser muchas: falta de presupuesto, escasez de ideas, poco interés del público por ver producciones de gran escala universal y preferencia por las películas cómicas –el éxito de ventas de Asu mare es un ejemplo más que paradigmático y, por su puesto, también es sintomático–, salvo raras excepciones.

Son ejemplos de este tipo de cine predominante en el Perú los largometrajes como Tarata, Cuatro, Motor y motivo, Pasajeros, Peloteros, Chicha tu madre, Juliana, Bajo la piel, Dioses, Mañana te cuento, Asu mare, etc. –unas mejores y más destacadas que otras (por ejemplo, Chicha tu madre destacó por su guion original y novedoso), pero que entran en el mismo saco porque el hilo argumentativo es más o menos afín a eso que llamamos películas de barrio y que podríamos resumir de esta manera: los personajes pertenecen a la clase media o baja y se enfrentan a una realidad desoladora e incierta. Todos ellos buscan escapar de esta realidad o sobrevivir en ella y afrontan una serie de obstáculos, peripecias y contradicciones. El tono –en el mayor de los casos– es realista (no está mal), el lenguaje demasiado pobre, las historias manidas y los temas poco o nada trascendentales. El problema es que no hay ninguna novedad en hacer ese tipo de cine: el espectador necesita y merece mucho más que eso.

Entre esta gama de filmes, hay –por suerte– algunas que escapan a ese hilo argumentativo y ofrecen otras alternativas para el espectador: Días de Santiago, La boca del lobo, Paloma de papel, La teta asustada, y algunos documentales como Sigo siendo y Tempestad en los Andes (que solo se proyectó en el cine del Centro Cultural de la PUCP y que nunca se estrenó en las salas de cine comerciales) son muestras de un excelente cine, pero que no necesariamente tuvieron el éxito, la difusión ni la acogida de la gente. Gloria del Pacífico (2014) es una ruptura, una magnífica excepción y corre, penosamente, la misma suerte. Ya era hora de hacer un cine diferente, ambicioso, de talla mundial.

A MANERA DE COLOFÓN: LEY DEL CINE Y LA ESPERANZA DEL FUTURO

Podemos concluir señalando que es imperioso que exista una ley del cine en el Perú, que no sea una más de tantas otras leyes que son “letra muerta”. Existe el proyecto de ley que pretende crear un fondo con el 10% de las entradas al cine. Este monto va, actualmente, a las municipalidades. Esta ley –hasta donde tenemos información– está en el “limbo”. Es necesario y urgente que este 10% se redireccione a un fondo para la cinematografía nacional. Con él se podrá financiar parte de la producción, premiar a las mejores películas como Gloria del Pacífico, financiar la publicidad en los medios masivos, promover la producción nacional y a nivel internacional (por ejemplo, pagar los costos de viaje y otros gastos de los cineastas y productores cuyos filmes hayan clasificado para competir en festivales internacionales) y para financiar mediante becas la especialización de los cineastas en escuelas internacionales para su perfeccionamiento y profesionalización. Apostar por el cine de calidad, ¿por qué no?

Terminamos con esta idea: Gloria del Pacífico es una película cuya producción supera de lejos todas las expectativas. Es quizá un punto de partida para otras grandes producciones. Ojalá Juan Carlos Oganes sea uno de esos cineastas que rompen los paradigmas y que sea uno de los fundadores de una nueva vertiente cinematográfica; precisamente de esas películas históricas y épicas que brillan por su ausencia en el Perú. Hay muchísimo material para producir cine a gran escala, basada en la historia, la riqueza y diversidad cultural del país. Hay que mirar más allá de nuestros barrios: hay que mirarnos más y mejor. Tenemos como ejemplos la industria cinematográfica desarrollada en la India y en China. 

Ya basta de las películas de barrio. ¿Dónde están las producciones épicas sobre el proceso de la Conquista?, ¿dónde están las películas sobre Atahualpa, Huáscar y Huayna Cápac?, ¿dónde están esos filmes sobre Pachacútec o Túpac Yupanqui, el conquistador y el descubridor de Oceanía?, ¿dónde están las películas que hablan sobre el proceso de Independencia del Perú, desde el punto de vista de los criollos, de los españoles y/o de los indígenas?, ¿dónde están esas películas que hablan sobre la grandeza del Tahuantinsuyu?, ¿dónde está la historia contada de Túpac Amaru –a parte de aquel intento  de los años 70? 

En el mundo, existen centenares de filmes que hablan sobre la historia de la Independencia de los Estados Unidos, sobre el Imperio romano, sobre los grandes héroes de la antigua Grecia o Egipto; de las gestas de Alejandro Magno, Julio César, Atila, Hércules… por citar algunos ejemplos. Ahí están las películas épicas como Gladiador, Corazón valiente, 300, El patriota, El último samurái… ¿Hasta cuándo nos tendremos que conformar con nuestras películas de barrios? Ojalá Juan Carlos Oganes sea el primero en dar ese primer salto, y ojalá nos siga alegrando, conmoviendo y sorprendiendo con más películas épicas de la talla de Gloria del Pacífico –y aún mucho mejores–, ojalá. Y ojalá otros cineastas se animen a crear filmes a gran escala y de este corte. Quizá estemos pidiendo cocodrilos donde solo hay lagartijas, pero el soñar y mirar más allá de nuestras propias narices nunca están de más. 

P.D.

Juan Carlos Oganes, definitivamente, es un hombre apasionado y humilde. Sumamente admirable. En una conversación privada, pocas horas después de haberse publicado este artículo, me confiesa que -efectivamente- tiene planes de producir películas basadas en temas históricos.  Le interesa mucho el cine épico -que brillaba por su ausencia- y tiene en mente -aparte de la saga sobre la guerra del Pacífico (Bolognesi, Ugarte, Cáceres, Grau)- seguir produciendo películas con temas históricos. Ojalá sea posible y desde aquí le enviamos nuestras más sinceras felicitaciones y la mejor de las suertes para que nos siga regalando con esos filmes que tanta falta nos hacen.  

También nos confiesa que  le hubiese gustado poner más detalles en ciertas escenas -como las que mencionamos-, pero que había que decidir cortarlas, no solo por cuestión de tiempo, sino también porque los cines le estaban poniendo trabas por pasarse de las dos horas reglamentarias. Por suerte está, preparando un deuvedé y una miniserie de cinco capítulos que incluyen material inédito que no pudo ser incluido en el filme. Sean bienvenidos. Más detalles en este video: pincha aquí. 

EL DATO

Para los que aún no han visto la película, esta se encuentra en gira a nivel nacional. Para estar al tanto de las funciones -sea en Lima o en interior- se recomienda hacerse seguidor de la película vía su página oficial de Facebook

San Juan de Miraflores, 11 de mayo de 2015.



Escrito por

Luis Alberto Medina

Fundador y director de la revista literaria El Azar Inmóvil, investigador, fotógrafo aficionado, bloger y docente.


Publicado en