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FUENTE: INTERNET

EL PERÚ ES ESE IDIOTA

LA MALA EDUCACIÓN, ESA OTRA COJUDEZ

"El Perú es ese idiota que habla por teléfono en el pasillo de un supermercado, dando vueltas, sin importarle un rábano que los demás necesitan avanzar. Hoy me lo encontré. Manda saludos". (José Carlos Yrigoyen)

Luis Alberto Medina

Publicado: 2016-01-03


“Los derechos humanos son una cojudez” fue la frase que el cardenal Juan Luis Cipriani –el ahora máximo representante de la Iglesia católica en el Perú, entonces arzobispo de Ayacucho– dijo cuando se cometían crímenes de lesa humanidad contra aquellas personas inocentes –niños, ancianos, campesinos quechuahablantes– que eran secuestradas, torturadas y asesinadas por las fuerzas del orden y los miembros de Sendero Luminoso, durante la época del terrorismo en el Perú. Esta expresión aparentemente contradictoria a la prédica del catolicismo, se puede resumir de la siguiente manera: a la Iglesia nunca le han interesado los derechos humanos. Del mismo modo, de manera análoga, la tristemente célebre frase del cardenal nos sirve para plantear la siguiente tesis: la educación también es una cojudez para el común de los peruanos. Ello es un problema igualmente grave y peligroso; un problema que muy pocos deseen admitir, porque la mayoría de ciudadanos forma parte de él.

La educación –entendida como “crianza, enseñanza, cortesía, respeto, responsabilidad y urbanidad”–, es la última rueda del coche. Es decir, la falta de una cultura de ciudadanía, la ausencia de buenas prácticas ciudadanas, en el país de las “maravillas”, son una cojudez. Parece no importarles a los peruanos. En todo caso, según las evidencias, nunca les ha interesado a la clase política y económica gobernantes, ni a la sociedad en general. La frase que arriba citamos es apenas un reflejo de los diversos comportamientos que observamos en nuestras vidas cotidianas. Sin embargo, y pese a todo, solemos decir que el Perú es un país maravilloso y rico en recursos naturales. 

Pero hay otras preguntas que debemos plantearnos: ¿qué es el Perú?, ¿es ese conjunto de territorios que dibujamos en un mapa o es el conjunto de personas que nacimos y vivimos dentro de ese territorio?, ¿qué queremos decir cuando decimos “pobre Perú, se va a ir al diablo, si eligen a tal o cual gobernante”? Aquí les va algunas invectivas, una cartografía que nos refleja como una sociedad poco civilizada, mediocre, cucufata y estupidizada por la cultura de la "pendejada". Nuestro hartazgo nos permite reflexionar sobre aquellos problemas relacionados con la ciudadanía y la sociedad que nos aquejan de manera cotidiana, con el fin de permitir la autoreflexión y la toma de conciencia sobre aquello que somos y que nos hace particulares con respecto a otras naciones más civilizadas.

El Perú es también ese peruano que  carece de toda noción de respeto y cortesía. Ese que estornuda en la combi como si cantara a viva voz, sin importarle el otro a quien le rocía el rostro con gotas de saliva y secreciones nasales con partículas virales a una velocidad de 70 a 150 kilómetros por hora. No contento con esta actitud propia de imbéciles, se suena los mocos, abre la ventanilla y arroja los restos del papel higiénico al suelo. Es ese ser envilecido por la sociedad al que le dices: “Señor, no haga eso, por favor” y te responde que no tiene nada de malo, que no te importa, que no es tu casa, que todos lo hacen y que te vayas… “ya sabes a dónde”. Tú, lector amigo, ¿has visto o conocido a alguno?, ¿te parece familiar este acto reprochable e inaceptable en una sociedad civilizada? ¡Merodean como plagas por todas partes!

El Perú es esa muchedumbre de inconscientes que ensucian todo y lo contaminan todo. Ese peruano que deja un muladar donde sea que se reúna, por el motivo que fuese. Ese peruano que más parece un esperpento, un remedo de algo, que deja toda la basura que produce y consume en los parques, los estadios, las calles, las plazas, las playas... sucios, cual muladares que albergan toneladas de toneladas de basura, entre plásticos, botellas, residuos de comida y todo tipo de desechos. 

Es también ese ser estupidizado por la televisión basura, que no entiende qué significa formar parte de una civilización y que no es capaz de entender que la limpieza pública y el bien común no son cosa de trabajadores municipales, sino de cada uno de los ciudadanos. Ese, al que le pides que no deje la basura allí, sino que lo lleve consigo hasta encontrar un lugar indicado y te responde que para eso paga impuestos: “Para que la Municipalidad recoja la basura que tira”. Lo vemos cotidianamente, ¿verdad? ¡La "genialidad" de esos seres no tiene límites! ¡En el planeta de los simios, estamos seguros, tienen mejores costumbres!

El Perú es ese energúmeno que toca el claxon de su carro, aún sabiendo que el semáforo está en rojo o cuando el que va adelante se detiene para recoger a sus pasajeros. Ese ser metafísico que cree que el claxon es música para los oídos o que se ha inventado para llamar la atención de más pasajeros. Ese ser ignominioso– concebido en una sociedad digna de los más altos índices de ignorancia– que hace tanto ruido y no se da cuenta de que está generando contaminación acústica y estrés a los transeúntes y pasajeros. Ese peruano guasón para quien el respeto por el otro, es tan solo una noción sin significado alguno. Ese a quien le dices que deje de hacer aquello, que no es necesario y te responde con insultos, amenazas y hasta con golpes.

El Perú es también ese peruano execrable que cruza el semáforo en rojo, sin tener en cuenta que atenta contra su propia vida e incluso contra la vida de los otros. Es también ese idiota -búsquese lo que significa en el diccionario- y zángano aborrecible que prefiere torear a los vehículos y exponerse a la muerte, en lugar de cruzar por el puente o los pasos peatonales que están ubicados a pocos metros de él. Esa señora a quien le dices que respete la luz roja o que cruce por el puente peatonal y te contesta: “Disculpe, joven, es que estoy apurada” o te ignora y corre como una cabra loca. Ese pobre diablo que va al volante, incapaz de entender que el peatón tiene la prioridad en los lugares en los que no existen semáforos… y el que cree que una calle de un barrio cualquiera es una autopista y maneja a toda velocidad. Ese peruano necio, ignorante, que no sabe lo que debería saber: respetar las normas y a las autoridades que representan al Estado. 

 Ese que prefiere sobornar al policía en lugar de ponerse en regla, tener los papeles en orden y denunciar a los policías corruptos y extorsionadores. Y ese otro que –aún sabiendo que acaba de cometer una falta– se resiste a la autoridad, lo agrede física y verbalmente, además de discriminarlo cultural y racialmente. Ese cacaseno despreciable, que está convencido de que los policías solo están allí para “chapar a los choros” o para “apalear y meter bala a esos serranos, cholos de mierda, terroristas antimineros, proterrucos” y se resisten con sus ya conocidas frases bovinas: “No sabes con quién te estás metiendo, serrano de mierda”, “Soy nieto de Fulano, sobrino de Mengano, hijo de puta”. ¿Habrase visto algo semejante en un país civilizado? ¿Podrían los parientes del primer(a) ministro(a) de Noruega o Suecia –o incluso del presidente de los Estados Unidos–, por ejemplo, darse el lujo de amenazar a las fuerzas del orden que representan a la Ley que juraron respetar? ¡Impensable! ¿Verdad? – y si ocurriese, el escándalo político sería de dimensiones catastróficas: provocaría incluso la muerte civil de quienes osan abusar del poder que el pueblo les ha conferido.

El Perú es también ese peruano mediocre –profesional o no– que considera a Aldo Mariátegui un líder de opinión respetable y repite las estupideces que este dice hasta el hartazgo. El mismo bellaco que se hizo seguidor de una página de Facebook llamada Yo Apoyo a Aldo Mariátegui en su Lucha Contra los Ineptos y Corruptos”, que –contradicción flagrante– es a todas luces profujimorista y proaprista, proderecha bruta y achorada, que en más de 4 años de existencia ha cosechado a más de 60 mil seguidores y no ha denunciado ni informado ni hecho mención al menos, bajo ninguna circunstancia, a los graves casos de corrupción en los respectivos gobiernos de Alberto Fujimori (cuya hija es la favorita en las encuestas) y Alan García Pérez (que se postula por cuarta vez, pese a los graves delitos cometidos en sus dos gobiernos). Ese compatriota que, en la citada página y en otras similares, se dedica a denostar, insultar, a las autoridades y personalidades provenientes de o afines a las izquierdas. Ese mismo que utiliza la palabra “rojo”, “rojete”, “caviar”, “proterruco”, “comunista” para insultar y acallar a quienes piensan diferente, en lugar de preocuparse por entender el verdadero problema del Perú, como la corrupción y la putredacción de los partidos políticos.

El Perú, por otro lado, es ese peruano ramplón, cuya moral abominable es digna de cientos de récords “Guinness”. Aquel espécimen  que vive en su propia podredumbre, para quien el Estado es un puterío, un burdel enfangado y enmierdecido por sus propias miserias. Ese mismo a quien no le importa que sus autoridades roben, con tal de que hagan obras, bajo la lógica de que todos roban. Ese que prefiere votar por los personajes más corruptos e inescrupulosos, cuestionados por casos de corrupción probados bajo la modalidad del lobismo, las empresas fantasma como Comunicore y toda forma de saqueo de los fondos públicos. Ese que va a votar en nombre del “progreso del Perú”, en nombre del “crecimiento económico”, con tal de evitar el gobierno de los rojos, cavieres, proterrucos, antimineros y rojetes. Ese que está convencido de que Alberto Fujimori es… ¡Inocente!, que Alan García es la mejor opción para el 2016 (Alan Perú, pan con Libertad). Ese que cree que la palabra Democracia es romanticismo puro. Y que no entiende que estamos viviendo, desde que se fundó la República, una plutocracia que –más o menos– viene a ser la malhabida madrastra de la cleptocracia. ¡Todos son aquí amigos de lo ajeno!

El Perú es también esa republiqueta fragmentada por el odio, el desprecio y el racismo por el otro –al que se le considera inferior, indigno y ciudadano de tercera categoría (¿alguien dijo Alan Perú?)–. El siglo XXI es apenas un suspiro: todo aquí sigue igual. El aparteid sudafricano es un chiste para el común de los peruanos: Nelson Mandela –de haber sido peruano– hubiese sido un caviar, rojete, comunista y proterruco; porque aquí todos sienten orgullo de ser peruano, por Macchu Picchu –¡oh una de las maravillas del mundo!–, las líneas de Nasca, el Imperio del tahuantinsuyu, los incas, la comida peruana que es la más rica y diversa del mundo; ¡oh y los hermosos parajes de todas las regiones naturales del país!; porque aquí todos se sienten orgullosos de vivir en un país megadiverso en materia de flora, fauna y pluriculturalidad; mientras muchos sienten vergüenza, repudio y desprecio por el huaino (¡cosa de cholos, que se baila como quien mata a una cucaracha!) o cualquier otra manifestación cultural indígena.

El Perú es ese ser, embrutecido por el pensamiento colonial, que trata de cholos, serranos de mierda, indios brutos, resentidos sociales, terrucos antimineros, a quienes considera inferiores a los suyos. Ese que piensa con el cerebro de un bóvido y cree que algunos parques como El Olivar de San Isidro son de su propiedad privada y que ahora –según su lógica ovejuna– parece un parque zonal de provincia; el mismo que cree que algunas playas –en Ancón o Asia- le pertenecen. Es ese rezago del virreinato del Perú que se lanzaría al río Rímac o renunciaría a su nacionalidad, si Evo Morales –¡ese indígena, coquero– fuese el presidente peruano (¡Qué vergüenza, un presidente autóctono!, ¡pobre Perú, se va a ir en picada!, ¡pobres peruanos, van a creer que aquí no hay gente decente, que todos son autóctonos indígenas!). 

¿Qué más podríamos esperar de un país donde Yeni Vilcatoma es una heroína, luchadora contra la corrupción (de la nano del fujimorismo, el partido político catalogado entre los diez más corruptos del mundo)?, ¿qué podríamos esperar de un país donde el 80 % de ciudadanos lee El Trome y se alimenta de la televisión basura?, ¿qué podríamos esperar de una sociedad en la que los personajes como Beto Ortiz, Nicolás Lúcar, Rosana Cueva, Milagros Leiva, Rafel Rey y José Barba son considerados como los mejores periodistas, comentaristas y analistas del Perú?

En suma, el Perú es ese país todavía mediocre, con aires de grandilocuencia; donde la ignorancia reina, donde las leyes son letra muerta, donde la educación, los buenos modales, la cortesía, el respeto por el otro, las buenas prácticas sociales, la ciudadanía, el civismo, el pensamiento crítico y reflexivo, el amor por la lectura y el conocimiento científico son una cojudez. 

En un país como este que describimos –usted comprenderá, estimado lector–, Alberto Fujimori fue “el mejor presidente de todos los tiempos”, el que “pacificó el Perú y lo salvó de un desastre económico”… pese a que se trata de uno de los gobernantes más corruptos del mundo, que le robó al Estado peruano miles de millones de dólares. En un país en el que rige la ley del más pendejo, del más vivo, del más achorado, Alan García es un reyezuelo que pretende gobernar -¡por tercera vez!– en el reino de los vivos y amnésicos. Pedro Pablo Kuczynski, el más cínico entre los lobistas –que hace campaña con bandera propia y que cree que los peruanos son una manada de animales (según sus propias palabras, señores)–, es un angelito vestido con su beibidol. Keiko Fujimori –la señora que jamás ha trabajado en su vida y vive como reina–, cuyo único mérito es el de ser la hija de papá, cuya única agenda durante su gestión como congresista fue la de liberar a su papi, cuya única propuesta como candidata presidencial en las elecciones pasadas fue la de “Fujimori libertad”… ella, en el país de las maravillas, es la favorita en las encuestas, pese a haber formado parte de una mafia de rufianes que pretendieron gobernarnos por los siglos de los siglos… Ella, en el país de los la ignorancia y de los ignorados, es la geisha de las geishas, pese a que sus parientes cercanos –junto con más de 100 funcionarios del gobierno fujimorista- son prófugos de la justicia. Y… César Acuña… ¿Qué podemos decir de César Acuña?... Es de una “raza” distinta. ¿No?

Señores, aquí les echamos la culpa a los gobernantes de turno, despotricamos contra las autoridades por el desorden y el caos vehicular, por la suciedad de las calles, por la inseguridad ciudadana; pero somos muy pocos quienes intentamos cambiar esta realidad problemática. La educación peruana es un fracaso, y todos somos responsables de este fracaso. Como decía Augusto Salazar Bondy, nuestra educación es el fiel reflejo de la sociedad de la que formamos parte y no al revés, como la mayoría cree. ¿Qué hay del progreso peruano?, ¿somos una sociedad civilizada? A todas luces, no somos ni una pizca de civilizados. Vivimos todavía en plena barbarie e ignorancia. El progreso y el desarrollo de una sociedad no están en la economía nacional. No están en las cifras del crecimiento económico. Tampoco, de ninguna manera, están en las manos de las empresas privadas y las reglas de juego del mercado libre. Mucho menos en la infraestructura: más pistas, más colegios, más Internet, más computadoras, más máquinas… Todos son insumos, herramientas, mas no traen consigo, per se, progreso y desarrollo.

El progreso de una nación, como decía Manuel González Prada, es un problema de orden mental. Está en nuestra forma de ser, en nuestra manera de pensar, en nuestro modo de actuar; en nuestra forma de entendernos y relacionarnos. Está en nuestra educación, en nuestra mentalidad, en nuestro carácter. Es deber de todos los ciudadanos cambiar de actitud, cambiar de mentalidad y forjar una sociedad más civilizada. 

¿Nos sentimos orgullosos de vivir en el país de las maravillas?, ¿estamos orgullosos de vivir en el país en el que reina la ignorancia?, ¿seguiremos eligiendo como gobernantes a esos oportunistas que solo ingresan al poder para enriquecerse?, ¿podremos, un día, entender que es posible vivir respetando la interculturalidad y la otredad?, ¿podremos entender que es necesario revalorar las lenguas aborígenes y las culturas indígenas, porque son parte de nosotros, de nuestro pasado y del presente que vivimos?, ¿seremos, alguna vez, ese país moderno y civilizado que –según parece– todavía no logramos ser?, ¿qué podríamos hacer para cambiar, esa "cultura de la pendejada" inyectada en la mentalidad de muchos compatriotas? 

La respuestas, queridos lectores, están en cada uno. Todo lo dicho aquí, lo reiteramos, tiene el único fin de llevar a la autoreflexión y la toma de conciencia sobre aquello que somos y que nos hace particulares con respecto a otras naciones.

San Juan de Miraflores, 03 de enero de 2016.


Escrito por

Luis Alberto Medina

Fundador y director de la revista literaria El Azar Inmóvil, investigador, fotógrafo aficionado, bloger y docente.


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