¿Y si evaluamos a la ministra de Educación y a su equipo, pero en CHINO?
El dedo y la pus: I parte
"Vamos a imaginar que la ministra habla además de castellano –su lengua nativa– un poco de chino. Bajo esta condición, la sometemos a una evaluación, en chino".
–¡Hey, gringo!
–¡Hello!
–¡Anoche dormí con tu mujer!
–¡Thank you!, ¡thank you!
Hoy, mientras escuchaba a la misnistra de Educación en You Tube, se me vino a la mente este chiste que mi abuelo solía contarnos. Corresponde, según su relato, a sus años mozos, allá por los años 50, cuando trabajaba en los yacimientos de hierro de Puerto San Juan (Marcona, Nasca, Ica). Comentaba que había un “gringo” en la administración y que no hablaba castellano; y él, junto a sus paisanos “trolleaban” al “gringo”
La anécdota contada en forma de chiste refiere a un grupo de “indios, ” “serranos” o “cholos” acriollados. Desde otra perspectiva, nos habla de un problema de comunicación a causa del uso de códigos lingüísticos totalmente distintos: castellano-inglés. Bien podría ser quechua-castellano. ¿Se imaginan, con los cambios necesarios, el mismo chiste aplicado a la ministra de Educación?:
–¡Yaw, ministra!
–¡Hola!, ¡qué tal!
–¡Chisitutam qanwan puñumurani!
–¡¿…?!
¿Qué tiene que ver este viejo chiste familiar con la ministra de Educación? Precisamente aquello que ya se indicó líneas arriba: un problema de comunicación. Un problema de códigos lingüísticos, culturales y sociales –no solo diferentes, sino– dispares y disímiles. Me explico: escuchaba yo a la ministra y se me vino a la mente el chiste ya referido con la siguiente pregunta, inevitable: ¿y si evaluamos a la ministra y a su equipo?, ¿y si evaluamos a los congresistas, al equipo de ministros del gobierno? Y etcétera.
Para no dilatar mucho, vamos a imaginar que la ministra habla además de castellano –su lengua nativa– un poco de chino. Bajo esta condición, la sometemos a una evaluación, en chino. ¿Qué evaluamos? Razonamiento lógico matemático, comprensión lectora, cultura general, conocimientos sobre pedagogía, didáctica, conocimiento pleno de la asignatura, planeación de clase, uso adecuado de material didáctico, control de situaciones, etcétera. No lo olvidemos: todo en chino.
¿Cuáles serán los resultados? Estoy seguro que la ministra va a obtener una calificación no mayor de 12. ¿Es incapaz?, ¿burra?, ¿bruta? No, de ninguna manera. Sucede que la estamos evaluando con una herramienta básica que no maneja: la lengua china. A esto vamos a añadir que ella debe haber obtenido como nota mínima un 16 para aprobar. Le damos la oportunidad de rendir el examen por segunda y tercera vez.
Tiene tiempo para aprender mejor el chino y, además, seguir actualizándose como maestra en su área, en conocimientos básicos de matemática, comprensión lectora y todo lo ya mencionado. A esto vamos a añadir que la ministra vive en Pararani (Pullo, Parinacochas, Ayacucho), mi pueblo de origen. 3200 msnm. Sin luz, ni agua potable. Sin Internet. No hay universidades, ni institutos… ni un colegio. ¿Una biblioteca? ¡No existe! La ministra enseña en chino –que no habla fluidamente– a niños quechuahablantes que apenas conocen una centena de palabras en chino.
Más o menos es lo que ocurre con la mayoría de docentes del país. ¿Quiénes son?, ¿qué lengua hablan?, ¿a qué grupo socio-cultural pertenecen?, ¿dónde fueron formados?, ¿quiénes los han formado? Han sido formados en institutos de media caña y universidades mediocres. Buen grupo de ellos tiene un conocimiento del castellano a nivel básico –como tú intentando hablar inglés cuando estás en básico 1, 2 o 3 en algún instituto de idiomas– debido a que su lengua materna es alguna de las 48 lenguas originarias del país. Luego, manejan patrones sociales, culturales y formas de razonamiento más propias de las comunidades orales que de las comunidades escriturales occidentalizados. ¿Nos vamos entendiendo?
A todos ellos el Estado pretende evaluarlos indiscriminadamente y los amenaza con expulsarlos sin más ni más. ¿Deben ser evaluados los docentes? Sí. Previa capacitación, previo mejoramiento de las condiciones salariales. Intentemos responder estas preguntas: ¿y si el Estado invierte en la Educación de los maestros?, ¿qué hizo el Estado por los maestros durante los últimos 30 años?, ¿de qué manera los ha capacitado?, ¿cómo los ha tratado?, ¿cuánto ha invertido en su formación académico-profesional?, ¿qué debemos hacer para que los jóvenes más talentosos del país se interesen en ser educadores?, ¿con un sueldo de hambre? No lo creo. Volveremos sobre este punto, en otro momento.
Ahora, sigamos con la historia de nuestra ministra. Vamos a imaginar que nuestra ministra Martens gana 1200 soles. Tiene tres hijos en edad escolar. Uno ya acabó el colegio y desea ir a la universidad. ¿Dónde? En Lima, posiblemente. Debe alquilar un cuarto (250 soles como mínimo) , debe pagar la academia (350 soles, en promedio), gastos alimenticios y pasajes (400 soles, como mínimo). ¿Cuánto vamos?: 1000 soles.
Como verán, a nuestra ministra le quedan 200 soles. Con este dinero debe sobrevivir. Educar y alimentar a sus dos hijos que restan. ¿Capacitaciones?, ¿maestrías?, ¿diplomados?, ¿doctorados? ¡Olvídense! ¿Que el Estado la capacita? Sí, pero no sirve de mucho. No es suficiente (por el tiempo –apenas unas semanas o unas pocas horas–, la pésima calidad de las capacitaciones, etc.).
¿Saben quién es la ministra? Al final, podría ser mi propia madre o la tuya. Una docente de inicial, primaria o secundaria en un lugar cualquiera. Una madre coraje que debe hacer milagros para sacar profesionales a sus tres o cuatro hijos. ¿A qué precio? Al precio de renunciar a sí misma: estudios, viajes, propiedades, vida. Nada. Por último: esta es la historia de todos los maestros y maestras. Todos los docentes del país son pues nuestra ministra, según lo relatado en esta historia.
San Miguel, 23 de agosto de 2017.